La oración de pareja es algo así como la comunicación, la cual se aprende con la práctica y la paciencia. Ustedes hablan a Dios y lo escuchan; es el encuentro de un “yo con un Tú” en el “nosotros” conyugal que ustedes forman.
Este modo de íntima comunión se asemeja al lenguaje de las flores, de las lágrimas, de la poesía, de la música, de las caricias. Es gratuito y alimenta la vida.Ustedes oran a partir de su vida en las formas más diversas. Se encuentran en el dolor, y lo comunican al Señor; se sienten contentos, y lo alaban.
En la oración de pareja, existen las de petición (Señor, enséñanos a orar), y las de alabanza (Padre, gracias por tu amor y bendito seas por habernos dado la vida). También está la oración de abandono en la que en el silencio y la escucha, uno se deja amar por ese Dios de amor (yo te adoro, Señor, y me abandono a ti).

Los lugares de oración de pareja son variados
Alrededor de la mesa, en la sala, en la cama, en el carro, etc. Dios no está solamente en las iglesias, sino en el corazón mismo de nuestros hogares y podemos orarle en todas partes, como después de un paseo por la naturaleza. Dios no exige cosas complicadas en la oración, sólo confianza y fidelidad. Oremos como vivimos, con alegrías y tristezas del momento, poniendo todo en sus manos.
Pidámosle que nos dé su paz y su Espíritu, que nos enseñe a amar y a perdonar, que nos ayude a ver en nuestro cónyuge la imagen de Cristo. A esto nos invita la Iglesia en su liturgia.
El ciclo litúrgico de la Iglesia alimenta nuestra oración con sus tiempos fuertes: adviento, Navidad, cuaresma, pascua, Pentecostés, todos los Santos.. El ciclo de la pareja cristiana también tiene sus temporadas. Participamos de una u otra manera en la dinámica de la encarnación de Cristo, de su muerte y de su resurrección.
Ocasiones para orar en pareja
Las oraciones para parejas y de pareja, pueden ser en el trabajo, en los momentos de gozo y de tristeza, el encuentro conyugal, las noches en blanco al lado de los hijos, los aniversarios de matrimonio, las salidas como amantes, los tiempos de diálogo pueden ser ocasiones de bendecir, de alabar, de pedir, de dar gracias, de celebrar, de encontrar a Cristo presente en el otro, compañero o compañera de la misma aventura.
San Valentín puede ser un tiempo bendito para reencontrarse como esposo y esposa. En ciertas parroquias, se aprovecha este momento para celebrar la fidelidad y resaltare! aniversario de matrimonio de muchas parejas.
La promesa realiza la apuesta de que la fidelidad de mañana es posible expresarla hoy. Que la promesa, la cual se manifestó ayer se pronuncia de nuevo y se acoge hoy. Qué hermoso regalo de eternidad hacemos a nuestro compañero o compañera cuando decimos: “Yo te amo y quiero serte siempre fiel. Pido al Señor que me ayude a ello cada día, a Él cuya fidelidad es eterna”. Este testimonio de esperanza no tiene precio, porque es gratuito, como el perdón.
Cristo resucitado da un sentido nuevo a las realidades particulares que componen la existencia conyugal, como las comidas, el trabajo, el sueño, la sexualidad, la enfermedad, el nacimiento, la muerte… (untarnos todas las realidades humanas alrededor de Cristo resucitado, corro tener hambre, sed. miedo, necesidad de ternura, de confianza.
Partimos de estas realidades y las elevamos en la oración por medio de actos de adoración, de reconocimiento, de petición, de acción de gracias. La vida en pareja se convierte entonces en una vida de oración, en la que reconocemos que todo viene de Dios:Reconocemos que todo nos viene de ti. Señor, lo que tenemos y lo que somos, haznos comprender hasta qué punto tú nos amas; haz que te amemos con todas nuestras fuerzas.
En qué consiste la oración de pareja
La oración en la pareja se basa en el perdón, el don y el abandono. Es el amor ágape que transfigura el eros, como lo ha expuesto tan bien el papa Benedicto XVI en su encíclica “Dios es Amor”.
La estructura de la Eucaristía, oración conyugal por excelencia, se basa también en estas tres realidades: el perdón con el Kyrie. el don de
la palabra y finalmente el abandono en la Eucaristía.. La Eucaristía, así comprendida, inspira la vida conyugal que es una vida de alianza.
La pareja cristiana sabe que todo lo ha recibido de Dios como una gracia, ésta responde a dicha gracia con su participación en la Eucaristía dominical, y diaria en cuanto sea posible.
Al darse con sus cuerpos, los esposos se inspiran en el don que Jesús, el Verbo hecho carne, hizo de sí mismo a lo largo de su vida y de su muerte, y que Él realiza cada día en ese encuentro de amor que es la Eucaristía. Hay autores cristianos contemporáneos que comparan audazmente el desarrollo de la Eucaristía con el acto sexual, iluminando así la espiritualidad conyugal con una luz nueva.
El matrimonio y la Eucaristía son sacramentos de la alianza centrados en el don del cuerpo “Este es mi cuerpo”…”. Cuerpo dado, cuerpo recibido, en el amor conyugal como en la Eucaristía, es siempre comulgar con Cristo. Nos convertimos en una hostia única con Él, por Él y en Él. El amor conyugal se vuelve un cántico de acción, una Eucaristía en el mundo.
Hoy en día, el placer es visto corno un don de Dios que contribuye a la alegría y al desarrollo de las personas, El placer en la pareja, que se expresa sobre todo por medio de la relación sexual, alimenta y refuerza la calidad de vida en la pareja. El encuentro con el cuerpo del otro se vuelve fuente de un placer que expresa compartir, apertura, asombro, comunión, oración. Es un gusto anticipado de la felicidad eterna. La Biblia habla de bodas:
Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado (Apolalipsis 19:7).
Placer sexual y oración conyugal
Disfrutar del placer sexual en la pareja, es encontrar a Dios en lo que Él nos da y reconocer que todo bien emana de Él, sobre todo su cuerpo y nuestros cuerpos.
Para mí hacer el amor es como hacer una oración. En esta oración de pareja descubro que unirme a mi cónyuge es dar la vida y que mis gestos tienen una dimensión de eternidad, ya que la posibilidad de procreación está ahí, aunque no se lleve a cabo. Al amar de este modo, me abro al mundo, al universo, a una realidad superior que pasa por nuestras dos individualidades y las trasciende”.
El papa Juan Pablo II desarrolló toda una teología del cuerpo en el inicio de su pontificado. Mostró que en el matrimonio, la unión de los cuerpos es comunión con el otro y que por esta comunión de personas nos convertimos en imágenes de Dios. Y esto pasa por el cuerpo dado, lugar por excelencia de la alianza entre el hombre y la mujer en la que se vive una verdadera liturgia del amor.
Los gestos de la unión conyugal (caricias, abrasos, besos, coito) realizan lo unión de lo carnal y lo espiritual, celebran una promesa de eternidad.
El hombre se ha vuelto imagen y semejanza de Dios no sólo a través de su propia humanidad, sino también por la comunión de personas, que el hombre y la mujer constituyen desde el principio […|. El hombre se convierte en imagen de Dios, no tanto en el momento de la soledad, sino en el de la comunión. En efecto, “desde el origen” él no es solamente imagen que refleja la soledad de una persona que rige el mundo, sino también y especialmente imagen de una insondable comunión divina de personas.
Los caminos de toda pareja cristiana deberían ser vías de comunión que expresen la Eucaristía, es decir, caminos de acción de gracias y de reconocimiento; éste en el sentido de agradecimiento, pero también en el sentido de revelar las huellas de Cristo en nuestros caminos y nuestros cuerpos. Todos son llamados a vivir en estado de hombre eucarístico, en estado de acción de gracias y de comunión.
Oración de pareja, Ejercicio práctico
No hay dos maneras de orar que sean idénticas. La oración es siempre personal, pero no necesariamente individual. La oración de pareja es un momento de encuentro íntimo entre los esposos y el Señor. Ellos le hablan como a un amigo, con toda confianza y sencillez.
Para comenzar, traten de encontrar durante el día el momento que les sea más fácil para orar juntos. Vayan a un cuarto de la casa que les guste, su rincón de oración, si tienen uno. Enciendan un cirio antes de hacer la señal de la cruz y de iniciar la oración.
Ustedes pueden guardar unos minutos de silencio, agradecer al Señor, rezar la liturgia de las horas, leer un texto de la Palabra de Dios, meditarla juntos.
Pueden volver a tomar un versículo de la Palabra que les haya llamado la atención, releerla en voz alta, relacionarla con su vida en forma de oración. Hagan una corta oración espontánea para agradecer al Señor su luz.
Preséntenle sus peticiones por ustedes, sus parientes y amigos. Terminen con un Padrenuestro y la señal de la cruz. Si uno de los dos quiere prolongar la oración en silencio, el otro lo deja libre.
La oración personal e individual se extiende en la oración de pareja, como la oración familiar es a menudo un fruto de la oración personal y conyugal.