La viuda y el juez injusto

Querido herman@ hoy te invitamos a reflexionar la parábola de la viuda y el juez injusto, tomado del santo evangelio según san Lucas (18,1-8).

Sin lugar a dudas uno de los temas más sobresalientes de Lucas es la oración, es posible que mucho más que los demás evangelistas.

La Viuda y el Juez Injusto
La Viuda y el Juez Injusto

En una circunstancia anterior el Señor nos invitaba a orar con insistencia poniéndonos el ejemplo del hombre que va a pedir ayuda de noche y que es atendido por su constante insistencia. En el texto de hoy se nos ofrece un ejemplo similar: El de la viuda que ruega al juez que le haga justicia.

Parábola de la viuda y el juez injusto

Los detalles de la parábola del juez injusto son importantes. Ante todo se trata de una mujer viuda. En la época de Jesús, las viudas, al igual que los huérfanos, eran personas muy desprotegidas, modelo de lo que significa estar completamente desamparados.

En la enseñanza de hoy aparece también la figura de un juez corrupto, incapaz de pensar en el bien de los demás. Al parecer no solamente no temía a Dios, sino que además no respetaba a los seres humanos.

Lucas nos comenta que la sencilla viuda acudía a donde el juez con frecuencia pidiéndole que le hiciera justicia. El juez, altanero e irresponsable, al principio se negó y le dio largas al asunto.

“¡Total, se trata de una pobre mujer, y además viuda!” –esta sería la conversación mental de este juez.

Vale recordar que en todo el antiguo Oriente, los huérfanos y las viudas eran sinónimo de debilidad, no tenían el apoyo de un padre o un esposo que pudiera protegerlos y ver por ellos. Quizá por eso aquel juez injusto se sentía seguro en su indolencia.

Sin embargo, aquella mujer viuda le seguía insistiendo. Tanto fue la insistencia que aquel Juez se dijo “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”.

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Reflexión del evangelio de Lucas 18 1-8

Y es el mismo Señor quien realza la actitud y la respuesta de este desalmado. Enseguida viene la reflexión de Jesús: “pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan de día y de noche? ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar”.

Jesús pone el ejemplo de esta viuda que tiene que pedirle justicia a este juez corrupto. Parece imposible que la escuche y la defienda. Sin embargo la viuda insiste tanto que finalmente logra que el juez, por cansancio, le haga justicia.

En la parábola de la viuda y el juez injusto, Jesús nos enseña, el valor de la insistencia de la oración: la oración debe ser segura, insistente, perseverante, reiterada, apremiante.

No se trata de repetir largas oraciones de la boca para afuera como hacían los fariseos, sino de pedir con sencillez, con confianza, con humildad, pero sin cansarse y sin dudar.

Así fue la oración de la viuda y el juez injusto, una petición insistente.

Recuerda que una súplica débil, es señal de una fe débil, que no cree profundamente en el poder y el amor de Dios. Además, una súplica poco frecuente, muestra que en realidad lo que pedimos no es demasiado valioso para nosotros.

Pedir es una forma de confesar nuestra fe, de rendir culto a Dios. Por eso queremos hacer lo que hicieron un día los discípulos: dirigirnos a Jesús e implorarle: “¡Señor, enséñanos a orar!”.

Los apóstoles habían entendido que no sabían orar y también nosotros entendimos que no sabemos orar, es común distraernos en mil cosas, rara vez la oración tiene la posibilidad de calar hondo en nosotros y nosotros en la oración, nuestro corazón es a menudo “una tierra reseca y sin agua”.

Por eso es necesario que hoy le digamos al Señor, ¡enséñanos a orar!

Está claro que Dios escuchará nuestras plegarias sólo si nosotros somos perseverantes y no nos cansamos de presentarle nuestras peticiones. Por supuesto que Dios no se identifica, absolutamente, con ese juez.

Esta maravillosa parábola nos invita a reflexionar lo siguiente: si aquél juez, siendo tan rastrero, atiende a la viuda porque se lo pide hasta cansarlo, ¿cómo no hará caso nuestro Padre celestial a las súplicas que le dirigimos, si Él es infinitamente bueno y generoso?

¡Esta es la base fundamental de la reflexión de lucas 18 1-8.!

La viuda insistente y el juez injusto | Vídeo Reflexión

Debemos aprender esta gran lección. Tal vez para nosotros sea suficiente pedirle a Dios una o dos veces aquello que necesitamos.

Pero Jesús nos enseña una cosa muy distinta. Literalmente nos dice que Dios quiere que lo “hartemos” con nuestras súplicas; que Él quiere que insistamos en la oración y no nos preocupemos si podemos resultarle “cansones”, de esta manera probamos la fe que tenemos.

¡En definitiva debemos hartar a nuestro Dios con una oración insistente!

Pero, para ello, necesitamos de una fe que mueve montañas, una fe viva en Dios nuestro Padre; y una fe en que aquello que le pedimos, nos lo va a conceder.

Y es lo que Jesús nos dice al final del evangelio de hoy: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. Es una pregunta muy fuerte e impresionante.

La viuda y el juez injusto nos propone la siguiente interrogante, ¿tenemos nosotros esa fe que nos pide nuestro Señor? ¿es tan grande nuestra fe que es capaz de iluminar las tinieblas del mundo en que vivimos y de alimentar la fe de los demás?…… Ojalá que sí. Pidámosle hoy a Jesús esa gracia.

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