El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros – es una hermosa palabra inspirada por Dios a apóstol Juan. El significado directo de esta palabra es, que nuestro Salvador realmente tomó la naturaleza humana en Él, para salvar pecadores. Él realmente se hizo hombre como nosotros mismos en todas las cosas, excepto en el pecado.
Veamos los detalles a continuación:
Casi toda la humanidad está familiarizada con los relatos históricos de la Navidad, aún aquellas personas que no tienen mucho conocimiento de las sagradas escrituras.
Quién es el verbo encarnado
El emperador romano, Augusto Cesar, promulgó un edicto para que todos los habitantes del imperio fuesen empadronados en su lugar de origen.
Esto puso en apuros a José y María, una pareja israelita, tuvieron que presurosamente viajar desde Nazaret hasta la aldea de Belén, a unos 160 km de distancia.
En un estado avanzado de embarazo María junto a José, llegan a su destino, se cumplen los días de su alumbramiento, con el inconveniente de que todas las posadas estaban ocupadas, excepto el establo de un mesón desconocido.
En aquella sala de parto improvisada nace el niño Jesús (el verbo encarnado), rodeado de animales, una escena que se recrea cada año para esta fecha en cientos de miles de nacimientos en todo el mundo occidental.
La narración de esta maravillosa historia la encontramos en los evangelios de Mateo y de Lucas; pero de manera especial el evangelio de Juan nos da una explicación teológica de lo que realmente sucedió allí.
Aquella noche, en la aldea de Belén, ocurrió el evento más extraordinario, más trascendental, más determinante y más incomprensible de toda la historia humana. El apóstol Juan explica el misterio del verbo encarnado con estas palabras, en el vers. 14 del cap. 1: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
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Es evidente que el Verbo que se hizo carne
es el que fue mencionado ya en el versículo 1: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”.
También es evidente que Juan desea llevar la mente de sus lectores a la primera declaración que encontramos en toda la Biblia, en Gn. 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, y todo eso por medio de Su Palabra, porque la Palabra de Dios tiene poder creativo.
Entonces lo que el apóstol Juan nos está diciendo en los inicios de su evangelio es que aquella Palabra por medio de la cual Dios creó el universo, es en realidad una Persona, por supuesto que no cualquier persona.
Ese Verbo que en sus inicios estaba con Dios, que estaba en perfecta comunión con Él, era Dios; aquí se revela el misterio de la Trinidad, un Dios en tres personas:
Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
Cuando todo vino a la existencia, el Verbo ya estaba allí, en perfecta comunión con Su Padre, actuando como el Agente todopoderoso por medio del cual todas las cosas vinieron a ser. Y fue ese Verbo el que se hizo carne (por eso lo llamamos en el verbo encarnado).
Par explicarnos de la mejor manera Juan utiliza el término «carne» para que nosotros entendamos que la segunda persona de la Trinidad se hizo hombre, haciéndose como uno de nosotros con todo lo que eso implica.
Porque el verbo se hizo carne
En cierta oportunidad Jesús contó una parábola en Lucas 20:9-16 para explicarnos por qué el Verbo se había convertido en carne.
«Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo. Y a su tiempo envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar un tercer siervo; mas ellos también a éste echaron fuera, herido. Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando le vean a Él, le tendrán respeto. Mas los labradores, al verle, discutían entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra. Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros”.
En esta parábola, Jesús les estaba recordando a los líderes judíos que ellos habían rechazado a los profetas y que ahora estaban rechazando al Hijo. El Logos, el Verbo de Dios, ahora iba a ser ofrecida a todos, no sólo a los judíos (Juan 10:16; Gálatas 2:28; Colosenses 3:11). Por causa de que el Verbo se hizo carne, tenemos un sumo sacerdote que puede compadecerse de nuestras debilidades, uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.